23 mar 2021

Crónica de un hermano hispano-cubano


Ocurrió lo inimaginable... Algo que ni mi padre, ni yo ni el resto del mundo nos habíamos esperado... Algo que resulta ser una larga historia, tan larga que trataré de ser lo más breve y escueto posible para todos vosotros...


Todo empezó hace cuatro años. Tras una larga experiencia laboral en el Hotel Kempinski de Estepona, a mi padre le ofrecieron un trabajo en un nuevo hotel de la familia en Cuba, el Gran Hotel Manzana Kempinski, el cual le proporcionaría una habitación para vivir cerca de dicho trabajo. Sería el comienzo de un cambio drástico en su vida, aunque él aún no lo sabía.


Sin embargo, esto no le hizo dejar de lado a su familia. Volvería a España de cuando en cuando, especialmente para estar conmigo, con mi hermana mayor Teresa y con mi madre, para celebrar mi 18º cumpleaños y verme pasar a ser mayor de edad. Incluso Teresa decidió hacerle una visita en el hotel, pero eso es otra historia (que yo, naturalmente, no contaré, puesto que no fui testigo presencial de este acontecimiento).


Durante su estancia y trabajo en Cuba, conoció a una mujer, Zenia, que acabaría siendo el amor de su vida. Como todo amor verdadero, fue surgiendo lentamente hasta que los dos corazones se juntaron. Ambos tuvieron ciertas complicaciones, pero ningún obstáculo les detuvo. No en vano, este amor es auténticamente extranjero, tanto que, de hecho, el nombre de Zenia significa "extranjera". Esto último es un dato curioso que creo que vendría bien saber.


Y entonces... ocurrió. Zenia estaba embarazada. Mi padre volvería a ser padre por tercera vez, casi 19 años después de mi nacimiento. Además, parece ser que tiene establecidas unas leyes para tener otro hijo: mismas iniciales y mismo mes de nacimiento. El primer apellido de Zenia empieza por la misma letra que el de mi madre, y el que se convertiría en su hijo y en mi hermano pequeño estuvo esperando tanto tiempo como fuera posible para poder nacer el mismo mes que Teresa y yo...


1 de mayo de 2019. 17:21 en Cuba, 23:21 en España. Ignacio Aranda Gainza, o "Nacho" para sus conocidos, nació. No nació en un día de número par como sus hermanos españoles, ni cercano a sus cumpleaños, ni en un año de número par como ellos, pero sí el mismo mes que ellos. Como todos los amantes del horóscopo habréis averiguado, es un Tauro, el segundo de mi padre, después de Teresa (mientras que yo, el hermano mediano, soy Géminis).


El nacimiento de Nacho supuso un cambio de hábitat para mi padre y una razón lógica para casarse con Zenia. Al fin y al cabo, podía permitírselo (ya os podéis imaginar por qué, pero tengo que ser específico, aunque no tanto directamente, para que no haya controversias). Por eso, el 22 de agosto de 2019, tres días antes del 57º cumpleaños de mi padre, resultó ser el día ideal para atar cabos. Desafortunadamente, esta unión no se pudo celebrar a lo grande; fue más bien una boda íntima, con al menos trajes adecuados para la ocasión y fotografías realizadas con el móvil por una amiga que fue testigo de que se hiciera oficial. Esta boda no sólo les afectó a mi padre y a Zenia, sino también a Teresa y a mí, pero para bien: Zenia ya tenía dos hijas y un hijo antes de dar a luz a Nacho, por lo que mi padre expandió nuestra familia con ellos gracias a la unión, convirtiéndolos oficialmente en sus hijastros (hermanastros para Teresa y para mí), mientras que Teresa y yo nos convertimos en los hijastros de Zenia (hermanastros para sus hijos).


La vida de mi padre estaba cambiando para bien en algunos aspectos y para mal en otros. Ha aprendido a valorar las pequeñas cosas que se pueden llegar a tener en lugares donde no se puede ser tan afortunado/a como en otros. Es más, tales son esas pequeñas cosas que apenas hay productos para vivir en Cuba, ya sean alimentos, medicinas, etc. Ni siquiera la tecnología es abundante o de calidad decente (al menos, en parte de ella). Por no mencionar el clima, que consiste en altos niveles de humedad que provocan un calor intenso sin importar el tiempo, y huracanes a diestro y siniestro. Y aun así, la gente de allí son unos supervivientes.


A finales de 2019, mi padre volvió a España y empezó a vivir en una antigua casa de mi tito Christian para establecer su nueva parte de la familia ahí. A partir de entonces, durante sus previas vacaciones en nuestro país, y hasta ahora, mi padre se ha comunicado con Zenia y sus hijos para evitar preocupaciones y añoranzas. Yo he sido testigo de algunas de sus abundantes comunicaciones, y he de decir que no ha sido fácil comunicarse con ellos debido a la mala calidad de las telecomunicaciones de Cuba.


Lo último que quedaba por hacer era traer a Zenia y a Nacho a España. Teresa y yo nacimos en Málaga, pero nuestros padres viven en Marbella, por lo que sólo necesitaban transporte, entre otras pocas cosas, para llevarnos a nuestro entonces nuevo hogar. En cambio, Zenia necesitaba papeles, Nacho necesitaba un pasaporte español... Podrían haber estado aquí desde el año pasado de no haber sido por el virus que invadió el mundo y que aún sigue aquí... Mi padre tuvo que irse de vacaciones a Cuba por última vez entre finales del año pasado y principios de este para seguir ocupándose del asunto con más facilidad... Tras muchos esfuerzos, muchos recursos y largas esperas, por fin cumplían con los requisitos para el viaje. Finalmente, pasaron por los dos primeros viajes en avión de sus vidas (es decir, uno a Madrid y otro a Málaga).


Y así, tras el fin de semana que dio comienzo a la primavera (no al verano, como dice la toalla de la foto; "hello, summer" significa "hola, verano" en inglés), esta semana empezó bien ayer con la llegada de Zenia y Nacho a su nuevo hogar, en un país aún desconocido para los dos. Y han venido para quedarse; nada ni nadie les dirán lo contrario. Por desgracia, no todo va bien actualmente: además de que, como ya he dicho antes, la invasión del virus sigue en pie, mi padre fue hospitalizado al principio de este mes (no por el virus, afortunadamente), y aún sigue así, por lo que no ha podido darles esa calurosa bienvenida que tanto se merecían. Esperemos que todo salga bien y mi padre pueda curarse lo antes posible para que la familia vuelva a estar unida.


En fin... Bienvenido a España, Nacho, mi hermano pequeño extranjero. La vida es toda una aventura, y por eso mismo, no puedo evitar pensar en esta frase en inglés que ahora viene que ni pintado: "And so, the adventure begins" ("Y así, la aventura comienza").


¡Eso es todo!