31 ene 2022

Gainza

No, no es Gainza. Es Gaucín. Ayer fuimos a Gaucín.


Un sitio nuevo que visitar y fotografiar. Eso fue lo que me convenció para pasar tiempo con mi padre, que sigue luchando contra su enfermedad, que es más bien cáncer: tiene leucemia. Ya os conté que fue hospitalizado en marzo del año pasado, y aunque le dieron el alta, sigue yendo al hospital y está bajo tratamientos que le están destrozando el cuerpo, por dentro y por fuera (aún me pregunto si lo están curando de verdad, aunque lo estén).


Aun así, sigue disfrutando de su vida como lo ha hecho siempre, pero con cuidado. En fin, él, Zenia, Nacho y yo partimos hacia dicho pueblo para hacer turismo, lo habitual en las excursiones a los pueblos. Tras aparcar, vimos un puente. He aquí una panorámica para que veáis el puente entero.



Nada más empezar a caminar, llegamos a la plaza donde se encuentra la Fuente de los Seis Chorros.



Nacho decidió sentarse en un banco. Con una cara seria.



Y, después, se sentó en otro banco. No sabe lo que hay al lado del banco.



Encontramos otra fuente cerca, donde nos refrescamos. Yo me entretuve un poco; como consecuencia, tuve un encuentro con un gato de pueblo que apareció de la nada.



¿Por dónde tenemos que ir, Nacho?



Había más sitios por la izquierda que por la derecha. Además, si os habéis fijado bien en la foto, el pie derecho de Nacho apuntaba a la dirección izquierda. Creo que ya no hace falta responder a la pregunta.


Nuestro destino era el Castillo del Águila. Pero antes, decidimos ir al mirador, que estaba cerca del cementerio. Aquí tenéis parte del jardín.



Había que seguir examinando el jardín. Detrás del cartel había un secreto oculto.



Llegó la hora de dirigirse al castillo. Aquí lo tenéis desde lejos.


Nacho no parece ser fotogénico. No se queda quieto cuando se le hacen fotos.



Nacho ya tenía ganas de subir la cuesta que llevaba al castillo.



Pero, siendo un niño pequeño, necesitaba un guía para no tropezar con ninguna piedra puesta en el camino. Tenía que ser su hermano mayor, el más paciente de los tres adultos que lo acompañaban.



Os mentí: no era hora de dirigirse al castillo. No respetamos el horario de apertura; la entrada estaba cerrada.


De vuelta al pueblo.



En realidad, era hora de comer. El último lugar al que nos dirigimos que merece la pena destacar, fue el Ayuntamiento.



Y así dimos la excursión por terminada. Dado su estado de salud, mi padre ya se sentía cansado. Tuvimos que salir del pueblo para ir a comer.


Diría que Gaucín destaca por el castillo, la zona más alta; antes de llegar a la entrada, hay una pared por donde se puede bajar con el equipaje adecuado. Os recomiendo el lugar.


¡Eso es todo!