29 ago 2022

Ida a Jimera de Líbar y vuelta a la Cueva del Gato

Por razones obvias, no fue sencilla, sino compleja. Ya conocéis a mi padre: una excursión no termina hasta que él no diga "basta" de verdad.


Lo entenderé si consideráis lo que él, Zenia, Nacho y yo hicimos ayer como cosas sencillas. Básicamente, lo que hicimos fue ir a la piscina y visitar una cueva. Sin embargo, nada es tan sencillo en una excursión.


Cansados de la monotonía de ir a la piscina pública a bañarnos, nos dirigimos a la zona del Río Guadiaro aproximada a la Estación de Jimera de Líbar, pueblo cercano a Ronda. Mis padres (sí, mi padre y mi madre) y yo ya habíamos pasado por aquí, pero esta vez, no hizo falta ningún tren. Aquí la tenéis, con una silueta de un tren con una campana de verdad.



Y aquí tenéis el río. Más adelante había más gente.



El agua estaba fría, como era de esperar en la Serranía de Ronda. Pero hacía falta refrescarse a lo grande con la ola de calor que hay actualmente.


Lo de salpicar lo llevo en mi sangre fría/hervida. Eso, y tirar piedras, pero nunca hago estas cosas con malas intenciones.



¿Qué le vio mi padre a Zenia para que se enamorase de ella? ¿Quién sabe? La vida es como un misterio: hay que examinarla con lupa.



La familia prácticamente al completo. Bueno, para mí, es la segunda mitad de mi familia.



El frío nos hizo perder la noción del tiempo; ya tocaba volver a casa. Teníamos que pasar por un túnel que pasa por debajo de la estación, tanto para ir al río como para irnos de él.



Pero antes de volver a casa, Zenia y Nacho tenían que ver un sitio en el que mi padre y yo ya habíamos estado: la Cueva del Gato. Para los que no sepáis el motivo de su nombre, se debe a la cara formada en la roca, con la cueva en sí constituyendo la boca, y dos erosiones, un par de ojos abstractos. No puedo enseñaros una foto perfecta actual de ella porque la entrada ahora está restringida, tanto por las escaleras como por el río. Mi padre y yo tuvimos suerte, ya que pudimos pasar antes de la restricción.


Se nota que mi padre y yo la visitamos hace años. Este puente es nuevo. Aproveché que unas cabras invadieron la entrada para hacerle una foto a la zona.



Si veis una parte deteriorada de una pared, ahí es donde se situaba un puente que estaba deteriorado, con la parte central tocando el río. Mi padre y yo estamos de acuerdo en que no era el paso más seguro para los turistas y los senderistas, por lo que entendemos por qué tuvieron que retirarlo y hacer uno nuevo cerca.


Una vez lo habíamos atravesado, teníamos que bajar por esta rampa que podéis ver a continuación. Ahora, lo que hay que hacer es atravesar el puente anterior, pasar por detrás del siguiente árbol y bajar por una rampa más pequeña. A partir de ahí, el sendero se mantuvo intacto.



Ahora sí que había volver a casa; ya era demasiado tarde para revisitar más lugares. Os recomiendo aprovechar que aún queda verano para pasar por los que estuvimos ayer.


¡Eso es todo!