6 ene 2023

Nieves

Una vez más, no voy a hablaros de ninguna persona. U os hablo de experiencias nuevas de mi vida, u os hablo de las que revivo. Así pues, viajemos en el tiempo.

¿Cuántos años he estado sin tocar nieve? Alrededor de diez. La racha se rompería en cuanto mi padre me propuso regresar con él, con Zenia y con mi hermano pequeño Nacho este martes pasado a Sierra Nevada, tierra cubierta de nostalgia.

Antes de la aventura, necesitábamos combustible en el depósito. Un poco de pan, un poco de chocolate caliente, y en marcha.


Menos mal que mi padre no pensó en esquiar, ya que ni su salud ni el clima actual lo permiten.

Esto no os lo recomiendo, os lo exijo. Si podéis hacer fotografías panorámicas y tenéis unas vistas amplias a vuestro alrededor, hacedlas sin pensároslo dos veces. Fotografiar parte de ellas no sirve de nada.


Ahora hay mucha menos nieve que antes, y algunas personas ni se dan cuenta de ello ni saben dónde buscarla. Mi padre, tan aventurero que es, no dudó en buscarla para que pudiéramos empezar el año quitándonos todo lo malo del anterior. Y la encontró.

Eso de lanzar cosas, incluida el agua en sus dos estados tangibles, siempre lo he llevado en mi sangre fría que hierve en los momentos más intensos de mi vida. Sé perfectamente que esto da lugar a capturas impresionantes como esta. Sé cómo tentar a mi padre para hacer fotos así. En el fondo, los dos tenemos buen ojo para el arte.


Hundirse en la nieve con calzado y tejidos finos no era buena idea. Tocó retirada inmediata.

Nos dirigimos a Güéjar Sierra, otras tierras a las que, si la memoria histórica no falla, llevo sin ir alrededor de diez años, otra vez. El camino que mi padre eligió para entrar al pueblo, era más arriesgado de lo esperado; pasamos por al lado del pantano.


Nuestro viejo amigo Miguel Ángel y una gran compañía nos esperaban en la Plaza del Ayuntamiento para almorzar. Se sirvieron varias guarniciones de comida que tuvimos que compartir entre tantos adultos y jóvenes, para que os hagáis una idea de cómo fue el almuerzo.

Nacho, por muy bicho que sea, si se deja querer, se deja alimentar, como demuestra en el momento en el que se tomó esta foto.


Y aquí no acaba la cosa. Durante la vuelta a casa, Miguel Ángel y compañía pararon en la Fuente de los 16 Caños para rellenar garrafas. Tuvimos no uno, sino dos encuentros con cabras, que, casualmente, también necesitaban agua.


Y se acabó la cosa. Volvimos a casa.

Aseguraos de ir bien preparados a esquiar. La "Nevada" en Sierra Nevada no se ha aplicado muy bien sobre la Sierra últimamente.

¡Eso es todo!