Madre Naturaleza nos cuida. Padre Tiempo nos controla. Y nosotros debemos seguirles el ritmo.
Mi hermano pequeño Nacho ha sido aceptado en una escuela de Educación Infantil, por lo que su educación empezará a hacerse oficial a partir del siguiente trimestre. Fijaos en cómo disfruta de su futuro entorno de aprendizaje.
Cómo le encantan los vehículos. En cuanto ve uno de juguete pequeño, tiene que jugar con él. En cuanto ve uno más grande, tiene que montar en él. Ya lo veo convirtiéndose en mecánico.
Y, como todo niño, no puede evitar acercarse al parque que le espera para la hora del recreo.
Desafortunadamente, yo no le acompañé. Esto es un reportaje con fuentes externas de las que sé que estoy autorizado a recurrir porque somos familia. En fin, como ya os dije anteriormente, la vida es toda una aventura, y el colegio será una nueva para este bicho que anda a dos patas.
Pero eso no es todo. No os he contado cómo me ha ido a mí hasta ahora, desde un punto de vista más personal.
Mi vida se está enderezando, como se hace en las fotografías. Terminé el colegio, el instituto en general... Después de varios intentos y esfuerzos, sudor y lágrimas, por fin lo he conseguido: me he convertido en un Bachiller. Sí, ya sé que debería estar en mitad de la carrera, pero había muchos obstáculos por el camino, tanto propios como impropios. Pero lo importante es que no he parado de estudiar, no he abandonado, lo cual es bueno porque así refuerzo mi futuro, por mi propio bien y por el de los demás. Ya obtuve mi carné de conducir, y estoy conduciendo con frecuencia. Ya soy un angloparlante de nivel C1 oficial, he sido el primero de la clase de francés de nivel A1, y debo ponerme a aprender a hablar alemán. Todo esto en un año, menos lo del carné de conducir, que lo conseguí hace dos años. Conclusión: mi vida sigue mirando hacia delante.
Y aún hay más. Yo también me he estado divirtiendo últimamente. Veréis, justo en el 31º aniversario de Sonic the Hedgehog (23 de junio), se improvisó un torneo de tenis en el grupo en el que yo estoy jugando al tenis, con trofeo, medallas y un premio especial para todos. En cuanto entré por la puerta de la pista y vi lo primero, me enamoré. No me toméis por codicioso, pero nunca había ganado un trofeo (de verdad). Así que decidí tomarme el torneo en serio, con mucha concentración. Y así ocurrió. Gané todos los partidos que jugué. Gané el trofeo. Gané el premio especial, que era un llavero de una pelota de tenis.
Mi tito materno ganó un trofeo. Mi hermana mayor Teresa, otro. Ahora hay un nuevo campeón de tenis en la familia. Y debo darle las gracias a mi equipo de vestimenta, compuesto principalmente por Sonic y Lacoste, por haberme ayudado a ganar.
Que conste que esa raqueta no era mía; sólo era para hacerse fotos. Hace un tiempo, también se me hizo una foto con una un poco más pequeña (creo, si es que no era exactamente la misma), pero que seguía siendo de un tamaño incompatible para ser utilizada.
Foto de grupo. Tenía que haber más gente. Los de mi izquierda fueron mis primeros oponentes. Los de mi derecha fueron, en el sentido de las agujas del reloj, mi vecina/entrenadora/profesora de tenis Irene; la "dama de honor" Rosa, que no pudo jugar por una lesión pero se ganó sus premios por haber tenido el valor de presentarse como público y, al final del torneo, como la "alcaldesa"; y mi digno oponente final, Kike, con el que había empatado.
Menuda racha llevo. Bachiller, promocionado y certificado en inglés de nivel C1, primero de la clase de francés de nivel A1, campeón del torneo de tenis del grupo... Ya sólo me falta ganar la lotería. Mientras tanto, hay que seguir avanzando.
¡Eso es todo!