Habiendo terminado el módulo del que os hablé en la entrada anterior, tenía que ser recompensado. Me tocó ir de viaje. A uno de los mejores parques de atracciones del mundo, precisamente al que había estado deseando ir desde hace años: PortAventura. En temporada de Halloween.
Fue cuestión de ir con mi hermana mayor Teresa, coger un avión, además de autobuses, y hospedarse en un hotel. Todo eso mereció la pena con tal de estar cerca de la mascota más reconocida del parque, y uno de mis personajes de dibujos animados favoritos.
"Guess who?" ("¡Adivina quién soy!")
Así es. Woody Woodpecker, también conocido aquí en España como el Pájaro Loco (o, en algunas ocasiones, Loquillo). Estaba en todas partes, y eso no me pareció ningún problema en absoluto. Sin embargo, dada dicha temporada, había más que pájaros carpinteros...
"It's the Great Pumpkin, Charlie Brown!" ("¡Es la Gran Calabaza, Carlitos!")
Había mucho que ver. Mucho. Y muchas atracciones en las que montarse. Pero la parte más importante de nuestro primer día de viaje fue el almuerzo, ya que Teresa hizo una reserva en la llamada Posada de Halloween, donde se sirvió un menú junto con un espectáculo de lo más espeluznante, cortesía de la mismísima familia Add... Quiero decir, Halloween.
Estaban todos: Lurch (que, sorprendentemente, era más hablador de lo normal y lo acompañaba un vaquero zombi no presente en la foto), Gómez, su hermano Fétido, Miércoles (que por poco me mata) y Morticia. Pero faltó Pugsley, que tuvo un... "problema de bricolaje".
Y si la familia no nos mataba, ahorcarnos podría haberlo hecho. Y esto os lo dice un tanatofóbico (le tengo miedo a morir, no a la muerte)...
He de decir que yo acabaría montando en más atracciones que Teresa, ya que ella ya no tiene el mismo valor para tantas emociones que yo. Eso sí, al tratarse de un parque de atracciones, las esperas parecían eternas; los tiempos de espera son de aproximadamente dos horas como máximo incluso justo después de la apertura del parque.
Pasó un día y llegó el siguiente. Tocó día de carreras en Ferrari Land, otro parque de atracciones que forma parte de PortAventura y que está dedicado a la marca de los coches más rápidos que existen.
¿Veis las dos atracciones altas de la derecha? Tras un simulador de vuelo, me tocó pasar por ellas yo solo. Nunca antes me había montado en unas atracciones tan veloces. Para empezar, las llamadas Thrill Towers.
Me subí a la más suave sin ser consciente de ello. No obstante, sin importar la torre, eso sólo era el calentamiento; después del almuerzo, tocó el plato fuerte.
La montaña rusa más alta y más rápida de Europa se situaba tras esa entrada. A la izquierda se situaban las gradas para hacerla más auténtica. Y si aún no me creéis, fijaos en los pelos que se me quedaron tras la carrera. Incluso debo deciros que hace falta ponerse unas gafas que proporcionan tras la fila para montarse aquí.
El resto de las atracciones ya no eran ni serían lo mismo comparada con esta.
Volviendo al parque principal, tenía que chocarle la mano a Woody por mi gran logro. En la otra tenía la prueba de que pasé por tremenda experiencia.
Teresa y yo seguimos deambulando por las atracciones. En una de ellas encontré una lagartija que, curiosamente, carecía de cola.
Y anduvimos por China. Qué casualidad que Woody, Winnie y Splinter (faltaba Knothead) estuvieran por ahí también...
...por no hablar de un jardín de osos panda.
También había una fuente de un dragón oriental.
Era el Día de Muertos, así que tenía que caer en picado de esta torre derrumbada y situada en México, por respeto a los mexicanos que también cayeron. Como dato curioso, Teresa y yo nos hospedamos en El Paso, que está ambientado en el México colonial.
El tiempo iba volando al igual que las atracciones iban zumbando. En la última a la que me dirigí, toda la gente se detuvo porque la atracción fue parada por un espectáculo nocturno, con tan buena suerte que yo ya estaba al final de la fila, por lo que estaba cerca del balcón, donde pude obtener las mejores vistas de los fuegos artificiales.
Aquí tenéis el antes y el después de la explosión final.
Otro día más aprovechado. Y pasamos al siguiente y último con las vistas desde el balcón de la habitación donde Teresa y yo fuimos situados.
Para mí era muy importante hacerle una foto a la estatua dorada de Woody de la fuente de la entrada de PortAventura. Y tenía que ser perfecta; la gente se movía, y Woody, también. Era la hora de apertura.
Teresa y yo nos dirigimos a la última y única atracción en la que nos montaríamos los dos en este día: Dragon Khan, situada en China. Teresa ya se había montado aquí hace 18 años.
Aquí la tenéis en todo su esplendor. La otra montaña rusa es Shambhala, a la cual no daba tiempo a montarse...
...y no fui capaz de hacerlo porque me entró un gran mareo tras el vuelo del dragón.
Llegó la hora de irse de PortAventura. Para coger el autobús, había que pasar por otro hotel. Justo antes de eso hay un pueblo del Lejano Oeste (que hace honor al ambiente en el que está situado, Far West, que es lo que significa "Lejano Oeste" en inglés).
"It's the Worst Pumpkin, Charlie Brown!" ("¡Es la Peor Calabaza, Carlitos!")
¡Otra calabaza!
Durante la espera, avisté este curioso espécimen de escarabajo.
Tras un buen rato de espera al autobús, Teresa y yo comenzamos a despedirnos de PortAventura y de las tierras que lo rodean.
Sólo se nos olvidó algo muy crucial... Visitar la Casa de Woody. Eso es algo que nunca me perdonaré. Por favor, hacedlo por mí; os lo agradecería. De paso, hacedlo cuando tengáis suficiente tiempo libre para visitar este sitio propio de otro mundo.
¡Eso es todo!