18 sept 2023

Caminante, no hay camino, se hace camino al andar

Esas famosas palabras de Antonio Machado que más tarde cantaría Joan Manuel Serrat golpe a golpe y verso a verso, son aquellas que siempre hay que tener en cuenta en nuestras vidas. No existe camino sin haber dejado huella antes. No existe sin prueba ni error. Si no nos lleva a un destino, siempre habrá otro que nos lleve hasta él.

En esto se remonta básicamente mi última aventura del verano con mi padre y mi hermano pequeño Nacho, que tuvo lugar hace dos domingos. Aún no hemos llegado a bajar al pantano de Istán, y sigue sin haber manera de poder hacerlo. Pero al menos lo intentamos; ahora os contaré qué ocurrió.

Llegamos al pueblo a la hora del almuerzo para la puesta en marcha. Una vez alimentados, tomamos rumbo hacia nuestro destino, que estaba bien lejos.


Árbol del Amor y Árbol de la Vida. Podría decir que esto inspiró a Luis Eduardo Aute (que en paz descanse y que habría cumplido 80 años el miércoles pasado si hubiera seguido vivo) para trabajar en sus Canciones de amor y de vida, pero entonces, estaría mintiendo.


Esta foto la hice por accidente al pulsar el botón de captura involuntariamente por un pequeño empujón de mi padre, que también estaba intentando fotografiar al diminuto modelo. Doy gracias a que salió bien; lo que veis es lo que obtenéis, totalmente inédito (claro que, yo nunca edito mis fotos; si salen bien, me quedo satisfecho, y sólo me limito a recortar y enderezar).


Más adelante había un gran columpio. Decidí probarlo, aunque no era una gran idea hacerlo después de comer, y a pleno sol.

Adivinad quién se animaría a columpiarse al verme yendo hacia delante y hacia atrás. Tomé el bastón de mando y lo empujé lo más fuerte posible.


Nos equivocamos de camino. Nuestra intención era dirigirnos al Sendero Cañada de los Laureles, pero la ruta no parecía estar bien señalizada. Teníamos que seguir andando después de los árboles vistos hace un par de fotos.

Y lo encontramos, tal y como lo señalaban mi padre y Nacho.


El cartel sobre el Sendero dice que es apto para todas las familias, pero no en qué condiciones éstas tienen que estar. ¿Torres de alta tensión que el ignorante de Nacho podría tocar involuntariamente? ¿Barrancos estrechos que podrían acabar con nuestras vidas con un paso en falso, y con plantas espinosas que podrían acabar con la de mi padre con un solo corte por su piel fina? Algo me dice que no era el paso más ideal para nosotros; tuvimos que echarnos atrás.


Dadas las circunstancias, nos vimos obligados a tomar otro camino que no nos llevaría al pantano, pero que al menos nos daría mejores vistas de él. Esta vez, Nacho tomó el bastón de mando.


La debilitada vida de mi padre puso punto y aparte a nuestra aventura al encontrarse éste demasiado cansado para seguir andando. Dimos marcha atrás y volvimos a por el coche, pero no sin antes pasar por la famosa fuente de Istán.


Por supuesto, había que beber de ella. Nacho necesitaba ayuda por su baja estatura; aquí lo tenéis, bebiendo agua... o besando el chorro con esos labios de pez claramente heredados de mi padre. Yo también tengo de esos.


Cuando dije "punto y aparte", no me refería a que esto había terminado. Mi padre quería ver el nacimiento del río, así que cogimos el coche y nos fuimos para allá.

¿Recordáis dos de los lagartos que encontré hace justo un año? Justo ahí es donde se sitúa. Todavía da agua.


Así pusimos punto y final no sólo a esta aventura, sino también a nuestras vacaciones de verano. A Nacho y a mí nos tocó volver al cole (en mi caso, al insti) la semana pasada.

¡Eso es todo!